La propuesta de reforma de pensiones recientemente aprobada en comisiones por el Congreso de la República es un tema complejo que debe ser evaluado con el cuidado y la responsabilidad que requiere una ley que afectará el futuro de más de 32 millones de peruanos. Revisemos algunos aspectos claves.
Para qué correr al galope. Las leyes de pensiones tienen por su naturaleza multidimensional impacto en diferentes sectores, como los mercados de trabajo, de salud, financiero y de capitales, y los de bienes y servicios. Por ello, este tipo de reformas requiere de tiempo, prudencia en el análisis y entendimiento de los impactos directos e indirectos.
En este sentido, es incomprensible buscar una aprobación “express”, como hemos visto con sorpresa ya en varias oportunidades en que se aprobaron retiros de AFP y de la ONP, el último acertadamente declarado como inconstitucional. Este populismo electoral exacerbado plantea ofrecimientos irreales. En esta línea, creemos que lo mejor sería que lo evalúe el nuevo Congreso que asumirá funciones en apenas cinco meses. No es nada si el país ha esperado más de 50 años para tener un sistema integrado.
Por qué se va en contra de la libertad de elección de los afiliados. Las cuentas individuales de ahorro previsional son una de las “anclas” del sistema multipilar globalmente aceptado. La otra ancla son los recursos del Estado (que todos los peruanos pagamos), que se utilizan para cubrir el pilar 1 de pensiones subsidiadas. Entonces, si la solidaridad se da en todos lados con recursos de nuestros impuestos, por qué se pretende obligar a todos los empleados e independientes a ser solidarios con su dinero. Si alguien aporta a una teletón lo hace por su voluntad, no porque unos congresistas nos obligan a ser solidarios.
Por qué no construir sobre lo avanzado en lugar de hacer “borrón y cuenta nueva” poniendo todo en manos del Estado. Pensar que el Estado gestor es la gran solución a los problemas suena a una ilusión trasnochada. En nuestro país, con más de 70% de informalidad, la mayoría de peruanos ya le perdió la fe al Estado. Asimismo, más del 80% del PBI es generado por el sector privado, que desde hace décadas ha mostrado mayor eficiencia administrativa que la mayoría de ministerios o entidades públicas. El modelo sueco, que emula la propuesta de reforma, funciona bien en un país que tiene 60% de presión tributaria y sus funcionarios públicos hacen carrera, ganan igual o más que el sector privado y estudian en las mejores universidades del mundo.
Dado que eso no pasa en nuestro país, lo más probable es que terminemos como Bolivia, que hizo esta misma reforma hace diez años y aún no termina de implementarla. Se debería avanzar sobre lo construido. El modelo multipilar también funciona sin que el Estado sea el gestor omnipresente.
La buena intención más el desconocimiento es una bomba atómica. Esta frase de Waldo Mendoza dice mucho sobre la propuesta. Hay buena intención al declararse que el 100% de peruanos merece una pensión digna con un sistema de pensiones integrado. Sin embargo, el diablo está en los detalles, y es ahí donde se debe enmendar y corregir. Si ustedes preguntan a los trabajadores si prefieren que su ahorro individual lo gestione el Estado, seguro la mayoría lo rechazaría.
La dirección de la reforma hacia un sistema integrado es adecuada, pero se puede mejorar mucho sin destruir lo avanzado y optimizando varios frentes. La sostenibilidad de nuestro futuro depende de las buenas decisiones de hoy.
Fuente: Revista G de Gestión – Innovación Financiera
