La medición de las rentabilidades se ha convertido en una necesidad básica en los mercados financieros y de capitales.
¿Quién no quiere más rentabilidad? Es una regla universal: todos los agentes en todos los mercados buscan rentabilidad tanto en las actividades del sector real como en el sector financiero, porque hacer crecer el capital (inversión o ahorro) es lo que mueve las economías de mercado en todos lados y permite crear riqueza y prosperidad.
Ahora que iniciamos un nuevo año, todos miran sus inversiones y calculan en qué ganaron y en qué perdieron el 2018, evalúan si sus asesores y gestores de inversión alcanzaron sus metas, las superaron o se quedaron cortos, y buscan pronosticar cuáles serán las alternativas ganadoras en el 2019.
En este sentido, desde la perspectiva de los inversionistas institucionales (fondos soberanos, fondos de pensiones, fondos mutuos, fondos de inversión, compañías de seguros, family offices, casas de bolsa, etc.) y de los inversionistas minoristas (personas individuales), obtener mayor rentabilidad es no solo un objetivo, sino que, para la gran mayoría, se ha convertido en una labor permanente que requiere de disciplina, profesionalismo y entendimiento de las características de los productos, sus riesgos, sus mercados, y de los intermediarios financieros y de los gestores de activos.
En este contexto, la medición, el cálculo y los reportes adecuados, transparentes y oportunos de las rentabilidades, se convierten en una necesidad básica en los mercados financieros y de capitales y, por ello, para muchos instrumentos y operaciones, hay exigencias regulatorias que buscan garantizar al público un alto estándar de mejores prácticas.
Existen dos factores críticos para contar con indicadores de rentabilidad confiables y representativos. El primero requiere tener un alto estándar de diligencia debida para poder utilizar las mejores metodologías de valorización de los instrumentos de inversión tradicionales (cash, renta fija, renta variable), operaciones (derivados, repos y préstamos de valores) e instrumentos alternativos (fondos de private equity, venture capital de capital, de activos inmobiliarios, de cobertura, etc.).
En esta línea, los reguladores han sido muy exigentes, especialmente luego de una serie de casos de fraude y abuso que ocasionaron pérdidas en todo tipo de entidades y en diferentes países alrededor del mundo.
El enfoque regulatorio se ha orientado hacia los bancos, fondos de pensiones, fondos mutuos, casas de bolsa, compañías de seguros, entre otros. Asimismo, en nuestro país, se crearon las empresas valorizadoras privadas reguladas por la Superintendencia del Mercado de Valores (SMV).
A nivel internacional, existen mejores prácticas de valorización entre las cuales destacan los denominados GIPS (Global Investments Performance Standards), las cuales son promovidas por el CFA Institute y sus subsidiarias a nivel global en más de 150 países. Estas buenas prácticas buscan garantizar que la rentabilidad de cada instrumento o activo sea bien calculada y confiable.
Un segundo aspecto es que el público inversionista tenga la posibilidad de comparar adecuadamente las rentabilidades de diferentes instrumentos y activos, de manera que se tomen buenas decisiones de inversión para diversificar y construir portafolios. Es decir, se deben comparar diferentes alternativas siempre que todas ellas cumplan con criterios de comparabilidad para evitar errores en la toma de decisiones (comparar, como criollamente se dice, papas con papas y no papas con camotes).
Al respecto, cabe preguntarse si nuestros mercados peruanos cumplen con estos criterios con relación al cálculo y la comparación de rentabilidades. Aunque le parezca difícil de creer, aún no cumplimos con un estándar 100% confiable.
Por ejemplo, muchos intermediarios financieros tienen la discrecionalidad de escoger ellos mismos las metodologías de valorización para los instrumentos de inversión. Incluso en el caso de los fondos existen, diferentes esquemas nos hacen preguntarnos por qué no se homologan metodologías, modelos y regulaciones.
Por ejemplo, un caso es el de la industria de los fondos de pensiones privados (AFP), que sigue utilizando por regulación un proveedor de precios estatal (la SBS calcula diariamente el valor de cientos de productos financieros que estiman los activos de poco más de 7 millones de peruanos por un valor superior a los US$ 45 mil millones), y la industria de fondos mutuos utiliza empresas valorizadoras de precios privadas y reguladas por la SM V (alrededor de US$ 9 mil millones). ¿Por qué no se homogeniza este mercado y la empresa privada valoriza todos los portafolios?
Asimismo, la comparación de retornos de inversión anuales para el año 2018 de las rentabilidades obtenidas por los instrumentos de inversión y fondos de muchos sectores no tiene estándares equivalentes para realizar una comparación apropiada entre bancos, fondos de pensiones, compañías de seguros, fondos mutuos, fondos de inversión, fideicomisos, casas de bolsa, banca privada, family offices, bonos soberanos, certificados del Banco Central, depósitos a plazo, etc. Por ejemplo, en los fondos mutuos, se usa la metodología de punta a punta (valor cuota de fin de periodo), mientras que en el caso de los fondos de pensiones privados se utiliza punta a punta (pero con promedios mensuales de valor cuota).
Creo que es el momento de que los reguladores (SBS, SMV) y el sector privado busquemos un consenso para que nuestros mercados financieros y de capitales reporten rentabilidades con las mejores prácticas y sean comparables, como lo hacen los GIPS. El reto está planteado para beneficio de millones de inversionistas y ahorristas.
Fuente: Revista G de Gestión – Innovación Financiera